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¿Tus Metas y Objetivos Te Están Deprimiendo? Descubre Cómo Recuperar la Motivación y dominar la persistencia

persistencia

¿De qué sirve ponerse metas que, tras muchos años de esfuerzo, terminan siendo irremediablemente sueños incumplidos que desaniman y deprimen?

Esa misma pregunta me la hice en un momento clave de mi vida. Durante años, viví atrapado en la lógica de que el éxito dependía únicamente de mi esfuerzo y de mi pesistencia. Pero, ¿y si el problema no era el esfuerzo, sino la forma en la que miraba mis objetivos? Lo que descubrí cambió por completo mi manera de soñar, planificar y vivir. Y quiero compartirlo contigo hoy. Veamos cómo pasé de algo ilógico, a través de la lógica, a, de nuevo, algo más ilógico todavía.

¿Para quién están dirigidos mis escritos?

Ciertamente no para todo el mundo. Te voy a ahorrar tiempo muy valioso definiendo, según mi opinión, quién puede beneficiarse leyendo o escuchando lo que voy a decir a continuación.

Y después te contaré aspectos personales que pudieran ser comunes con aspectos de tu vida. Si es así, seguir adelante puede ser interesante. En resumen y tratando de ser breve, este mensaje está dirigido a personas que tengan inquietudes acerca de expresar plenamente su poder personal y lograr cosas significativas en sus vidas. Además, deben de creer que pueden lograrlo si se lo proponen con suficiente intensidad y aplican la estrategia adecuada. 

Aún hay más. Mis suscriptores, lectores u oyentes deben de ver todas sus experiencias de vida, las afortunadas y las que no lo son tanto o nada, como eventos de aprendizaje. Deben de tener responsabilidad personal por sus actos y resultados y no esperar que otras personas, partidos políticos, subvenciones o la lotería misma, sean las únicas maneras de lograr lo que desean.

Deben de sentirse insatisfechos con lo que han logrado hasta la fecha y, al mismo tiempo, agradecidos por estos logros. Lo sé. Resulta extraño y paradójico pero es que es así. Como decía Jim Rohn, debes de ser feliz con lo que tienes mientras persigues lo que quieres.

Finalmente, deben de mantener la esperanza viva a pesar de las numerosas frustraciones que, como yo, hayan podido experimentar hasta este momento y haber desarrollado o experimentar la creencia en un ser, fuente o lo que sea, superior. Es decir, tener un cierto grado de espiritualidad.

Cuidado que no estoy diciendo que no tener ninguna de estas características es malo. Lo que estoy expresando es que si un par de estos requisitos no se cumplen, mejor no pierdas el tiempo y sigue buscando en otra persona o canal. Vamos, que si estás pensando que vivir de una mediocre pensión es suficiente, que en todo caso, no hay nada que puedas hacer o que eso de la superación personal es una estupidez, esto no es para tí. Igual y estoy eliminado al 95% de las personas del mundo, pero si es así, que así sea. 

Un poco, solo lo justo, de mi.

Tengo 61 años y he experimentado el fracaso en casi todo lo que me he propuesto. Esto, sin embargo, me hace especial por dos razones: la primera, porque me he atrevido a tener objetivos, lo cual, según un estudio de Harvard de hace varias décadas, me sitúa en ese exclusivo 3% de la humanidad; la segunda, porque, a pesar de no haber conseguido la mayoría de esas metas, sigo planteándome nuevos desafíos y continuaré haciéndolo hasta el final de mis días.

A lo largo del tiempo, los Psicólogos Sociales han estudiado en profundidad el fenómeno por el cual ciertas personas, al comienzo de sus vidas, establecen metas ambiciosas que van desvaneciéndose casi por completo antes de alcanzar la plena madurez. Este fenómeno, conocido como “Erosión de metas,” se relaciona con dos principios o debilidades fundamentales que debemos aprender a manejar y superar: el principio de indignidad y el principio de incapacidad. Sin embargo, ese es un tema que abordaremos en otra ocasión.

“Pero- dirás y con razón- si has fracasado en casi todo lo que te has propuesto, ¿qué me vienes a contar a mi de alcanzar metas?”. No lo sé, pero mira, Warren Buffett, una de las personas más ricas del mundo, y fuera del sector de la tecnología, cuenta en su biografía que sus mayores enseñanzas en el mundo de las inversiones las obtuvo de una persona, asesor de inversiones, quien perdió todo lo que tenía en la gran crisis de 1930 en Estados Unidos. Fisher, que así se apellidaba este hombre, tal vez no era exitoso haciendo dinero, pero, por lo visto, sabía muy bien cómo enseñar a hacerlo. ¿Que por qué, si sabía, no lo hizo él? Yo qué sé. Pero esto que te comparto es más frecuente de lo que imaginas.

Es similar a pensar que un médico enfermo no pudiera sanarte solo por estar mal de salud, o que alguien con sobrepeso no tuviera conocimientos sobre cómo mantener un peso saludable. Esto me hizo reflexionar sobre cómo un razonamiento sin sentido me condujo a uno sensato, para luego volver a uno ilógico, lo cual, sorprendentemente, me trajo mucha paz interior. 

Primera insensatez: Mis primeras metas.

¿Has hecho alguna vez un taller de fijación de metas? Son muy interesantes y, sin embargo, muchas personas se resisten a hacerlos por inútiles, fantasiosos o ridículos. Y otros muchos que sí los llegan a hacer, se olvidan de estas metas tan pronto salen del taller en el que las fijaron.

Supongo que se trata de etapas de evolución personal o algo parecido. Casi todas las compañías exitosas fijan objetivos para sí mismas y sus áreas, lo que implica que quienes trabajan en estas empresas están plenamente acostumbrados a trabajar por objetivos y, aun así, hay quienes creen que vivir sin metas personales no es un inconveniente. Pero lo es, porque si no defines tus propias metas, otros que sí lo hacen para tu vida tendrán más facilidad para que actúes según sus deseos.

Ahora bien, si lo analizamos con detalle, los objetivos que nos planteamos tienen una enorme carga de insensatez o irracionalidad. Hasta los objetivos empresariales están hechos sin respaldo lógico alguno. Nacen del deseo, de la llamada interior, de la inspiración. ¿Por qué le pedimos a los vendedores de la empresa que el año siguiente vendan un 20% más que el anterior? ¿Por qué 20 y no 19, o 23? 

En realidad el número no importa. Podrán ser irracionales, pero de que necesitamos objetivos, los necesitamos, porque como decía un catedrático del MIT del cual no recuerdo el nombre, los objetivos nos sirven para definir lo que vamos a hacer hoy. Cumplirlos está fuera de nuestras capacidades, pero si no los tenemos, ¿cómo posiblemente puedo definir mi día?

Así que, siguiendo mi llamada interior a la superación personal, desde muy temprana edad decidí ponerme objetivos y definir mis sueños. Por cierto, existe controversia acerca de si es bueno o no compartirlos con otras personas. Muchas personas opinan que compartirlos genera compromiso y motivación porque, ya que lo expresaste públicamente, te sentirás obligado a lograrlo. Lo cierto es que, si los compartes y no los logras, siempre podrás hacer como cualquier vulgar político, echarle la culpa a algo que ni siquiera tiene que estar presente aquí ni ahora.

Otras personas sugieren guardar los objetivos para uno mismo, impidiendo que quienes nos rodean puedan desanimarnos o quitarnos las ganas de hacer realidad nuestras metas. Ciertamente nos podemos llevar más de una sorpresa, pensando que quienes nos podrían animar resultaron ser nuestros más fervientes desilusionadores. Como sea, el sentido común parece inclinarse por esta última opción, mantener nuestros sueños en privado, y en caso de compartirlos, hacerlo solo con personas de probada confianza.

Una vez establecido lo insensato, ahora viene la parte lógica y racional: hacerlos realidad.

Convertir lo intangible en tangible con persistencia. El primer uso de la lógica.

Antes de ponerte en marcha necesitarás una estrategia, un plan de trabajo. O no. Algunas personas piensan que con ponerse los objetivos es suficiente para que se hagan, poco a poco, realidad. Aprenderás dos lecciones: la primera es que, por lo general, sin un plan, todo sigue igual, o, la segunda, si creas una estrategia, es posible que no logres seguirla o que, incluso si lo haces, los resultados no sean los que esperabas al principio.

Te encontrarás que vivirás objetivos dicotómicos, es decir, que cumpliendo uno, necesariamente se incumple el otro. Por ejemplo, salud y dinero, o familia y éxito profesional. Querrás hacer deporte para mantenerte en forma y tu trabajo lo impedirá. Querrás dedicarte a la contemplación de la naturaleza pero las cuentas por pagar te mantendrán haciendo cosas que no te agradan, incluso disgustan, pero que resultan una trampa de la que no podrás escapar.

No estoy siendo negativo sino preciso. Si no me crees, dale un repaso a las estadísticas: a los 65 años, el 90% de la población es financieramente dependiente de una fuente externa insuficiente e insegura. Según escuché hace un par de días, en España en 1990 hacía falta el sueldo de 7 años para pagar una vivienda. Hoy hace falta el sueldo de 15 años. No esperaría que las cosas fuesen a cambiar en el futuro. Estamos gobernados por políticos sin escrúpulos que forman parte de esquemas siniestros en los que hacen de juez y parte, educados y predestinados a solo hacer que las cosas vayan a peor para seguir diciendo que ellos son la solución. La mayoría de las personas que conozco no creen que exista el cielo pero creen firmemente que cuando se jubilen cobrarán con seguridad matemática una pensión proporcional al dinero que se les ha sustraído por años y lo harán hasta el día del juicio final. Si esto no es fé, que venga Dios y lo vea.

Acabo de ver un vídeo en la plataforma Youtube del economista Juan Ramón Rallo acerca de la estafa piramidal que representan los programas de pensiones estatales, en concreto en España. Más de lo mencionado anteriormente. En otro de sus vídeos habla de cómo crear un plan de inversiones y da ejemplos específicos y bien documentados de cómo proceder, pero seguramente también Juan Ramón sabe que casi nadie podrá lograrlo o llevarlos a la práctica.

Puedo seguir dándote datos, pero creo que ya tienes el punto. La mayoría de las personas no se propone nada en la vida y, si lo hacen, la mayoría de las personas que se proponen algo no lo lograrán. Pero recuerda, esto es solo una estadística, no una predeterminación irremediable.

En resumen, una vez establecidos los objetivos buscarás, basado en la lógica, la mejor manera de conseguirlos. Pasarán los años y aprenderás a distinguir, o no, la necedad de la persistencia. Habrás entendido que necio es el que repite lo que no funciona y persistente es el que modifica su estrategia o abordaje hasta encontrar lo que sí funciona. Es probable que a los 50 años hayas empezado a erosionar tus metas, si es que no están ya totalmente erosionadas. Si por alguna razón te encuentras en busca de empleo, descubrirás que las probabilidades de que una compañía te dé trabajo son más bajas que las de ganar un premio en la lotería.

He realizado un experimento con un amigo desde hace 4 años. Mi amigo, persona altamente formada en dirección de empresas y con enorme experiencia, bilingüe, educado y con buen conocimiento de las nuevas tecnologías, en los últimos 4 años, ha presentado su oferta de trabajo a exactamente 897 candidaturas en una conocida red social. Mi amigo comenta que ciertamente en algunas de estas ofertas de empleo él sabía que no era el candidato ideal, sin embargo, en muchas de ellas se sabía a sí mismo como la mejor opción, dada su experiencia y conocimientos. 

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De las 897 solicitudes de empleo, solo 63 empresas respondieron negativamente, explicando que habían elegido otros candidatos más apropiados. Las 834 restantes ni siquiera contestaron, lo que implica un rechazo tácito. Ninguna de las 897 compañías explicó los motivos del rechazo, información que hubiera sido útil para mejorar, buscar formación o evitar postularse a empleos inadecuados. Ni una sola dio razones para el rechazo. Quizás desconocen los motivos, no pueden revelarlos o simplemente no quieren dedicar tiempo a los solicitantes mayores de 50 años, a quienes consideran escoria en el mercado laboral.

A los 60 años llega la hora de aplicar otra vez la lógica, en esta ocasión con mucho más dramatismo.

Los 60 años y la lógica de la resignación.

A esta edad es posible que tus metas personales estén totalmente erosionadas, o que ya ni te acuerdes de que algún día tuviste sueños y metas. Pero si eres como yo, sabrás que persistencia es perseguir incansablemente tus sueños, modificando las estrategias que no han funcionado hasta este momento.

Pero la lógica te dice que trabajo no vas a conseguir, hagas lo que hagas, que iniciar un negocio nuevo requerirá inversión y, por tu edad, será complicado acceder a un préstamo bancario. Las subvenciones que el estado benefactor te pueda otorgar te alcanzarán solamente para subsistir, y con muchas limitaciones.

A estas alturas habrás aprendido que lograr tus sueños y metas de la forma tradicional ya no es muy probable, sabrás también por experiencia que los políticos no harán nada para sacarte de la pobreza a pesar de seguir prometiéndolo y que, irremediablemente, la vida es finita. Si sigues pensando que la solución te la van a proporcionar otros, es probable que no tengas remedio, pero no habrías seguido leyendo hasta este punto si así fuera.

Me fascina ver cómo los políticos y medios de comunicación masivos señalan, un día sí y otro también, que los jóvenes tienen cada vez más difícil independizarse y comprarse una vivienda. Cualquier persona que conozca mínimamente el mercado del alquiler, sabrá que el 80% de los inquilinos, los que sí cumplen con sus obligaciones, son familias que alquilan porque no tienen cómo adquirir una casa. Y no son “jóvenes”. Pero estos adultos, familias, que no pueden comprar deben de ser irrelevantes porque a lo mejor ya han decidido por quién votar, así que, hagas lo que hagas, no van a cambiar su voto. Sin embargo, es probable que los “jóvenes sin vivienda” todavía puedan ser atraídos para el rebaño de los partidos políticos, razón por la cual, estos “jóvenes” son objetivo electoral y propagandístico.

De lo lógico a lo ilógico: el último paso.

Y, ¿qué te dice la lógica si es que no estás resignado todavía? Que tal vez sea hora de cambiar de estrategia para lograr hacer realidad los objetivos que sigues tozudamente manteniendo en tu mente. Según yo entiendo, a esta edad te quedan dos opciones, ambas ilógicas e insensatas, pero disponibles. Estas dos opciones tienen que ver con tus creencias y son creer en la suerte y creer en Dios. Ambas relacionadas entre sí, por cierto.

Que la suerte es importante a la hora de explicar el éxito tanto de empresas como personas, está ampliamente demostrado en diversos estudios. Aspectos como el lugar de nacimiento, las casualidades o circunstancias eventuales, impactan decisivamente sobre los resultados que se espera conseguir. La mayoría de las personas de éxito en el mundo entero, no saben cómo explicar su éxito personal. 

Dirán cosas como “trabajo duro”, “persistencia” o “determinación y coraje”, aspectos absolutamente incomprensibles e irreproducibles. Probablemente la principal razón por la que puedas, si es el caso, considerar que no has tenido suerte es porque no creas en que tener suerte es un factor importante y no te hayas abierto a tenerla. Así que, sin esperar un minuto más, te deseo que empieces a pensar que eres más afortunado de lo que imaginas o crees, sobre todo teniendo en cuenta que la casualidad te ha puesto delante esta maravillosa y reveladora publicación. 

Por último, creer en Dios y dejarlo todo en sus manos va mucho más allá de simplemente creer en la existencia de un ser supremo. Es un acto de fe profunda y confianza absoluta que transforma la vida del creyente. Representa contar con Él para lograr tus metas y sueños, lo que, si lo analizamos detalladamente, casi nadie hace en la práctica.

Esta confianza implica abandonar el control total de nuestras vidas y aceptar que hay un plan divino para cada uno de nosotros. Significa reconocer nuestra propia vulnerabilidad y limitaciones como seres humanos, y abrazar la idea de que Dios tiene el poder y la sabiduría para guiarnos por el camino correcto.

Sin embargo, esto no significa quedarse de brazos cruzados esperando que todo suceda por arte de magia. Creer verdaderamente en Dios y confiar en Él implica también actuar con fe, esforzarse y trabajar diligentemente hacia nuestros objetivos, pero siempre con la certeza de que contamos con Su apoyo y guía.

Esta forma de vivir la fe requiere una gran valentía y humildad. Nos desafía a soltar el control, a confiar cuando todo parece incierto, y a mantener la esperanza incluso en los momentos más difíciles. Es un camino que pocos se atreven a recorrer plenamente, ya que implica renunciar a la ilusión de que tenemos el control absoluto sobre nuestras vidas.

En última instancia, creer en Dios de esta manera puede llevar a una vida más plena y serena, libre de las ansiedades que surgen cuando intentamos controlar cada aspecto de nuestra existencia. Nos permite enfrentar los desafíos con una perspectiva diferente, sabiendo que no estamos solos en nuestro viaje por la vida.

Al final, lo que realmente importa no es cuántas metas alcanzaste, sino cómo enfrentaste el camino. Como maravillosamente expresa Dan Millman en su libro “El camino del guerrero pacífico”, el propósito de la vida es el viaje, no el destino. Si algo he aprendido es que nuestros sueños necesitan una mezcla de lógica y fe, de trabajo constante y de confianza en lo que no podemos controlar. 

En el viaje de la vida, nuestras metas son el mapa, pero no el destino. La verdadera sabiduría radica en reconocer que el éxito no siempre se mide por los objetivos alcanzados, sino por la persona en la que nos convertimos en el proceso. Quizás, al final, la meta más valiosa sea aprender a bailar con la incertidumbre, abrazar nuestros fracasos como maestros, y tener el coraje de seguir soñando incluso cuando la lógica nos dice que nos rindamos. Recuerda: la vida no es un problema para ser resuelto, sino un misterio para ser vivido. Y en ese misterio, tal vez descubramos que nuestra mayor fortaleza no está en controlar el resultado, sino en disfrutar el viaje.

Repito porque es importante: quizás nunca cumplas todo lo que deseaste, pero si decides vivir con propósito, cada paso te acercará a algo más grande: a la mejor versión de ti mismo. Así que hoy te invito a replantear tus metas, a creer en la suerte y, sobre todo, a confiar en que Dios —o como prefieras llamarlo— siempre está trabajando contigo y para ti. Porque, aunque todo parezca perdido, la esperanza siempre es el motor que nos mantiene vivos. ¿Estás dispuesto a dar el paso y volver a soñar?

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